Una de sus singularidades es la variedad de su oferta gastronómica y su versatilidad. Su cálido ambiente hace que pasarse por La Palma sea una buena idea en cualquier momento del día. Uno puede ir a La Palma a desayunar un café y un pitufo (o un mollete si se tiene más hambre), a tomar unas tapas, a comer a mesa y mantel o a tomar un café con un dulce. Entre su amplia carta de tapas y raciones destaca la gran variedad de pescado fresco, símbolo de la gastronomía esteponera.

La Palma es uno de los lugares con más solera de Estepona, habiéndose convertido en mucho más que un bar. Testigo de la vida de Estepona desde hace casi seis décadas, si sus paredes hablaran contarían cientos de anécdotas y sucesos que han tenido lugar en su interior. En otras épocas, La Palma era un punto de encuentro para diversos sectores productivos de Estepona. En su barra se concentraban cada mañana temporeros y contratantes, corredores de ventas y alquileres y profesionales de todo tipo. Era el auténtico punto neurálgico del pueblo.

No se entendería La Palma sin Francisco Galán, alma del proyecto desde sus inicios. Su madre, María Palma, de la que el establecimiento toma su nombre, lo fundó en 1964, tomando su hijo las riendas una vez cumplida la mayoría de edad. Desde entonces ha sabido mejorar y convertir La Palma en un referente hostelero en Estepona. Francisco ha creado también un equipo de trabajadores fieles y reconocibles. Algunos de ellos, como Francisco y Valentín, llevan tras la barra más de 30 años, sirviendo con esmero y dedicación a generaciones y generaciones de esteponeros. Pero los tiempos cambian y el relevo generacional ha llegado a La Palma. La nueva generación ha sabido darle un aire fresco al local, con mesas altas idóneas para el tapeo y una terraza en la emblemática Plaza del Huevo. Una evolución que ha transformado el local sabiendo mantener la esencia de siempre.